Elena Ferrante: la otra necesaria

Comenzaremos por el final, es decir, la última temporada de La amiga genial estrenada en el otoño de este año. Uno de los hechizos de Ferrante es dejarnos ver el paso del tiempo. Ahora, en la pantalla, hay dos mujeres maduras y con hijos, a las que conocemos desde niñas y de adolescentes en Ischia, una isla de Italia, en el verano donde pierden la inocencia después de una boda triste y un desamor que se prolongará durante años, aún cuando Elena Greco, la protagonista, ya ha publicado su primera novela y está casada con Pietro, a quien termina abandonando por Nino, el amor de su vida, mientras que Lila, la coprotagonista, ve crecer a su hijo lejos de Estefano y acompañada por Enzo.

Los seguidores de Ferrante ya sabemos en qué acaba la serie, pues, antes de verla leímos los libros, conocemos a los personajes, sin embargo, el hechizo de La amiga genial nos hace repasar la historia en la adaptación porque es como volver a vivirla.

Antes de comenzar la primera de las cuatro temporadas, ya había leído los cuatro libros, pero me emocionaba ver cómo se adaptaría a una narrativa distinta. Casi siempre me salto los intros cuando veo series, pero en el caso de esta me gustaba mucho ver el dramatis personae, pues se establece un tono; sin dejar de lado el tema musical a cargo de Max Richter. Deseaba conocer las resoluciones respecto al casting. Cómo serían los Solara, los Cerullo, los Carracci. Conocer el barrio, los departamentos pequeños, el patio donde Lenù y Lila leen Mujercitas, la escuela en la que Lila vence en inteligencia a Nino, Alfonso y Lenù. 

Pero quizá me estoy adelantando demasiado. ¿De qué se trata La amiga genial? Es la historia de dos amigas durante sesenta años, que se conocen en un barrio pobre de Nápoles, en la posguerra, una historia que crece hacía todas direcciones, como rizoma. Me parece ocioso contar la trama, porque está tan llena de detalles que la experiencia lectora, o como espectador, es necesaria para que el hechizo Ferrante acaezca, pero de lo que sí podemos hablar es de aquello que está detrás de cámaras, que es la escritura.

Elena Greco, después de la promesa que hizo junto con Lila Cerullo, tras leer Mujercitas, supo que sería escritora. Esto es una coincidencia que he encontrado en algunas escritoras como Beauvoir, Ernaux, por nombrar algunas, quienes, después de leer a Alcott y conocer a Jo March, desearon escribir. Y ya en el deseo hay una búsqueda. La vivió Elena Greco, pero también Elena Ferrante, quien se decidió por el anonimato, con el fin de darle a su obra el lugar principal. En casi todas las entrevistas publicadas en La Frantumaglia, los reporteros le cuestionaron su anonimato, a lo que ella responde que si quieren conocer a Elena Ferrante sólo tienen que leer sus libros.

¿Es Elena Greco un trasunto de Ferrante? Quizá sí y también Delia, Olga, Leda, las protagonistas de sus primeras novelas, pues en todas están sus obsesiones: la escritora, la amante, la madre, la hija, la mujer abandonada o la que abandona. También la ciudad en la que creció, el Nápoles pobre, la diferencia de clases, los privilegios, las injusticias, la vergüenza, la traición. Durante los cuatro libros vemos a una Elena Greco intentando encontrar su lugar en un mundo literario liderado por hombres. ¿Qué escribir, cómo, desde dónde? Aparecen los celos que Elena siente frente a la facilidad con la que Lila escribe, por sus ideas genuinas, su imaginación. Yo diría que esa es la búsqueda más importante hasta que Elena Greco, con sesenta años, decide escribir la historia que había prometido no escribir, la propia y la de su amiga desaparecida.

En En los márgenes Ferrante nos habla de cómo le afectó haber crecido leyendo literatura masculina, de cómo deseaba escribir como hombre, de cómo le parecía falsa la escritura propia, de cómo buscaba temas cultos y lo que le costó tener un estilo propio. ¿Y cómo escribe ella? De una manera tan sencilla que muchos lectores la subestiman, porque leerla no requiere ningún reto, todo está ahí para que entremos a su universo y lo disfrutemos, aunque los temas sean fuertes (asesinatos, traiciones, injusticias sociales y políticas, celos o maltrato). Elena Ferrante dispone este conjunto para que nosotros regresemos a las raíces de la lectura, que es el placer de leer. Lo más difícil de escribir es lograr hacerlo como si fuera fácil.

También se le ha subestimado por temas como la amistad, el amor, los celos… como si eso fuera banal, como si enamorarse de un mal hombre no fuera importante, como si enamorarse de un mal hombre y seguirlo durante años no fuera importante, como si confesar que se ama más a ese hombre que a las propias hijas fuera banal, como si perdonarle a ese hombre las traiciones, ambigüedades, manipulaciones fuera fácil. No lo es, y quizá es un lugar común, pero Ferrante le da la vuelta al cliché de la pasión cuando Elena Greco, aún con la conciencia absoluta de estar cometiendo un error, decide seguir haciéndolo. 

Nada en Ferrante es rosa, porque nada es idílico: ni la pobreza, ni el poder, ni el deseo, ni el tiempo. Y para escribir eso se necesita tener un arsenal literario muy basto y, además, saber utilizarlo. Darle la vuelta a los lugares comunes con la violencia de lo real.  Si se quiere escribir sobre la realidad, es necesario hacer uso de los artilugios literarios.

Dice Ferrante que quien escribe no tiene nombre, también lo dijo Virginia Woolf: quien escribe no es una persona sino la pura sensibilidad que se alimenta de un flujo incontenible. Ferrante confiesa escribir garabatos mientras espera la escritura verdadera, es decir, la escritura convulsa, en la que las cosas son como son, en donde se dan golpes y se reciben. 

Quién es verdaderamente Elena Ferrante, es algo sin importancia, pues al leerla uno la conoce y entiende que para escribirse a uno mismo es necesario la invención del otro, de otra: la otra necesaria.  

Gilma Luque. Nació en la Ciudad de México en 1977. Ha publicado las siguientes novelas: «Hombre de poca fe» (Random House Mondadori 2010), «Mar de la memoria» (Ediciones B, 2013), «Los días de Ema» (Ediciones B, 2016) y «Obra Negra» (Almadía, 2017). Obtuvo la beca de Residencias Artísticas en la ciudad de Buenos Aires. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (2020/2023). Premio Internacional de Novela Breve Rosario Castellanos 2023.

 

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